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CRUZAR EL RUBICÓN

No. No pretendo emular a Julio César ni decir aquello de «alea iacta est», pero es cierto que la vida cambia cuando decides salir de tu zona de confort y te lanzas a una loca aventura, que como escribió Marquina: «porque esta empresa loca, que nunca debió tentarme...»,resulta siempre un salto al vacío. Más que nada porque no dominas en absoluto el suelo que vas a pisar.


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Publicar un libro a «puertagayola» he de reconocer como ya me han dicho algunos, que es cosa de valientes. Porque facilidades pocas y la mayor dificultad es acabar expuesto para exiguos rendimientos. No obstante, no creo que nadie se lance al precipicio piense en ganar otra cosa que no sea un poco de seguridad y perspectiva. Lo demás queda muy lejos de cualquier pretensión.


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Pero habiendo dado el paso de mojarse los pies, y descubrir que la corriente del Rubicón «ni fu ni fa», que es más el mito que el fresco que provoca, descubres que el corazón se acelera y cuando miras hacia ambos lados, por aquello de la conciencia situacional, descubres un perfecto y absoluto desierto. Es entonces cuando te planteas, para que me he metido en estas aguas, si aquí no veo nada...


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Error, amigos, error. El desierto es la primera imagen del que pisa un huerto nuevo. No hay nada, obviamente. ¿Qué va a haber si no has plantado ni una simiente? Y a partir de ahí, es cuando te dices, «¡Ah!, que no hay nada hecho y todo está por hacer». Claro, y entonces vuelven las dudas... «Con lo bien que estaba yo en mi otro huertito, lleno de mis macetas y flores...».


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Las dudas son la base de nuestra evolución y progresión. Sin ellas, no seríamos aquello hacia lo que avanzamos. Irse a lo loco sin valorar, es sinónimo de estrellarse de una manera sublime. Ahora, avanzar, despacio, siendo cauto y observando y aprendiendo el nuevo entorno, eso si que nos va a llevar a pequeños éxitos. Tal vez para los demás sean nimios, tal vez invisibles, pero para nosotros, para los que vamos como un explorador en plena selva virgen de Brasil, son grandes pasos.


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Por ello, una vez cruzado nuestro Rubicón, no queda otra que «echar para adelante» y como diría un buen amigo mío del arma de Ingenieros, «mejorar la posición».


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Hay que salir de la zona de confort y hay que explorar sin mucho miedo —sólo cautela y sin apresurarse—, las nuevas tierras que se nos ofrecen a la vista. Nosotros no vamos camino de una guerra civil por habernos lanzado a publicar, tal vez entrar en conflicto, como ya he dicho, con nuestro yo cauteloso, pero incluso esa pequeña batalla del discernimiento, va a producir nuevas aperturas de nuestra mente.


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Con permiso, me voy a secar los pies, calzar las sandalias, capa por montera y a ver este nuevo desierto que tiene para mí, a lo lejos veo montañas y me temo que en alpargatas no va a ser un trayecto bueno, pero tampoco sabía la profundidad del río, y aquí estoy: en la otra orilla.


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Gracias por estar ahí.

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